En febrero de 2013 había
hecho el examen para entrar a la UAM. Estaba harto del trabajo y de la
cotidianidad de este; tenía nuevas aspiraciones y retos por cumplir. Cuando revisé los resultados
del examen sentí alegría al saber que me había quedado en la carrera de
Economía. Aunque estaba harto del trabajo me gustaba convivir con mis amigos; los viernes a la hora de la salida íbamos a beber cerveza a los antros de la plaza; a veces, al billar. Los días sábado y domingo nos organizábamos para salir a comer; comprábamos comida china, hamburguesas,
burritos, tacos dorados, quesadillas, pizza y helado. Cuando les
conté que estudiaría Economía en la UAM, me preguntaron “¿Lalo, ya nos vas a abandonar?
¿Cuándo entras a la Universidad? ¿Vas a renunciar?”. Yo, aún no sabía que iba a decirles, ya que no tenía claro lo que iba a decidir.
Le dijé a la gerente Claudia López, que entraría a la universidad
y el horario en que estudiaría sería de lunes a viernes, de las siete a las 14:30
horas. Ella me dijo “Por ahora no tenemos vacantes de fines de semana; solamente
tú decides si quieres permanecer en la
empresa o estudiar”. Me enojé y desilusioné con lo
que me había dicho. Les comenté a mis amigos que no me habían autorizado el cambio
de puesto y que tendría que renunciar. Ese último mes disfruté mi trabajo: ponían
mi mayor esfuerzo en lo que hacía y siempre sonreía.
Recuerdo que mi último día mis compañeros me compraron un
pastel, y saliendo de trabajar fuimos a la casa de Sandra. Me habían organizado
una fiesta sorpresa para despedirme; lloré al ver a todos mis amigos y compañeros
reunidos, solo para festejarme y convivir conmigo. Esa noche platicamos anécdotas
que habíamos vivido en el trabajo, y de las fiestas en las cuales habíamos asistido; me felicitaron. Muchos de
ellos me dijeron “Échale ganas a este nuevo proyecto; lo difícil no es entrar; lo difícil es mantenerse”. Todos me dijeron algo alentador y me desearon éxito en esta nueva etapa. Lo más emotivo de la noche fue cuando ellos sacaron una
manta que decía Lalo, te vamos a extrañar mucho. Éxito en la Universidad; no te
olvides de nosotros. Recuerda que te queremos mucho. Me cargaron y me aventaron en una manta; solo recuerdo que escuchaba un coro que decía “Lalo, Lalo, Lalo” y que caía una y otra vez de la manta . Nunca olvidare a mis amigos, y siempre recordaré mi fiesta de despedida.