Lulú y yo habíamos
concluido la preparatoria a los 17 años. Ella quería estudiar Ciencias de la
Comunicación, yo, Economía. Nuestros planes eran estudiar en la UNAM y seguir
siendo novios. Las cosas no fueron así; ella y yo, no habíamos tenido los suficientes
aciertos en el examen para entrar a la Universidad. Entonces los planes fueron
distintos: trabajar y estudiar mucho para el examen del próximo año. Yo fui a
buscar trabajo a la Comercial Mexicana Mega San Mateo; la cual quedaba cerca de
mi casa. Me interesaba el puesto de cajero. Llegué a la oficina de Recursos
Humanos, me registré para la entrevista y me senté a esperar mi turno. La licenciada
y jefa de Recursos Humanos me entrevistó; ella era muy accesible y carismática,
así que no me puse nervioso. Después de una serie de preguntas me dijo “Felicidades,
ya perteneces al grupo de trabajo de la Comercial. Mañana te presentas en el
aula de capacitación a las siete horas”.
Al día siguiente entregue
mis papeles, firmé mi contrato y me dirigí
al aula. Estaba nervioso y desmotivado: yo quería seguir estudiando. En total
éramos 11 chicos que asistíamos a esta aula; nos presentamos uno por uno, al
igual que nuestra capacitadora, Griselda. Teníamos que aprender a identificar
billetes falsos, tarjetas clonadas, cheques, cheques de viajeros, dólares,
vales, llenar vales de cambio, realizar pagos de servicios y aprendernos claves
para la fruta, verdura, especies, panadería, Bistró y el Grand Café... lo cual es
gracioso que hasta la fecha siga recordando algunas claves .
La primera semana fue muy pesada; los miércoles, sábado y
domingo eran los días, los cuales la gente más compraba. Yo trabajaba ocho horas
al día y descansaba solo los viernes. Soportaba quejas de los clientes y de mi
jefa; a veces no salía a comer, me faltaba dinero o salía más tarde por el
exceso de trabajo. Todo por ganar 2300 pesos quincenales; para ello tenía que
pararme a las cinco horas, bañarme, desayunar, peinarme, ponerme el uniforme
(una playera naranja, pantalón azul y zapatos negros) y salir de mi casa a las seis y media horas, para
llegar a las siete horas.
Mis compañeros y a la vez amigos después de entregar nuestro
corte de caja íbamos al Bistró; comprábamos pizza, refrescos, tacos de
barbacoa o de carnitas y botanas. Regularmente éramos solo hombres los que íbamos
al Bistró; solíamos decir obscenidades de las compañeras y clientas; insultar y
reírnos de nuestra jefa, de los supervisores y de los gerentes. Aprendí todo lo que un trabajo conlleva (responsabilidades, envidias,
logros, reconocimientos y decepciones).
Lulú entró a trabajar a SEARS; el viernes era el único día
que la veía y disfrutábamos de nuestra relación. Sin embargo así como el tiempo
que compartía con ella hizo que se
enamorara de mí, el mismo tiempo me alejaba cada vez más de ella.
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