domingo, 16 de junio de 2013

¿Supervisor?


Llevaba 11 meses trabajando de cajero. Me había ganado la confianza de mi jefa, María de la Luz Carrasco  y del gerente de tienda, Ángel Tovar. En mayo de 2011, mi jefa y el gerente, me citaron para hablar conmigo. El señor Tovar, me dijo “Luz, me ha comentado de tus habilidades, tu puntualidad y trato con los clientes. Creemos que eres apto para el puesto de supervisor de tienda. ¿Te sientes capaz de llevar esa responsabilidad y hacer de esta, una mejor tienda?”. Yo acepté.
Esté ascenso, me trajo un descontrol total. Primero tenía que pasar a Recursos Humanos para hacer mi cambio de puesto. Tenía que presentarme en el  Corporativo de Tiendas Comercial Mexicana SA de CV, el cual se ubicaba en Mixcoac, Distrito Federal; allí impartían los cursos para capacitar a los supervisores. Durante 15 días, aprendí cosas nuevas. Tenía que dominar el programa Retail. Esté era el programa, el cual usaba la Comercial Mexicana para las auditorías. En él podían observarse la productividad de los cajeros, los faltantes, los sobrantes, las inversiones y los valores, que en cada caja se ingresan al cobrar. También recuerdo que tenía aprender llenar vouchers manualmente, suspender, recuperar, anular o corregir las cuentas de los clientes y realizar autorizaciones con las tarjetas de crédito. Me inculcaron muchos valores, para aplicarlos con los clientes, compañeros y la familia.
Cuando regresé a la tienda, mes sentía nervioso, pero mi jefa siempre me apoyó. La tienda tenía que abrir a las siete horas, con 10 cajeros, dos supervisores y la jefa de cajas. Arturo era mi compañero y amigo; él también  me apoyó. Decía “Relax man. Yo empecé igual que tú; ya iras agarrando la onda”. En realidad no tuve problemas. En tres semanas dominaba el Retail, autorizaciones bancarias, problemas con los clientes, cajeros y auditoría de ventas.
Tenía una ventaja al ser supervisor: podía pedirle a mi jefa, el día de descanso que yo quería. Comencé a salir un poco más con Lulú; aunque la relación empezaba a ir mal. Ella se salió de trabajar de SEARS para estudiar para el examen. Yo seguía enfocado en mi trabajo, y la verdad, me gustaba mucho. Ganaba más y trabajaba menos; ahora tenía bajo mi responsabilidad a cinco cajeros. Tenía que cuidar de que no les faltara ningún valor y que mejorarán su productividad. Todos los viernes eran de fiesta. Supervisores, cajeros, empacadores y personal que trabajaba en la tienda, acudíamos a la casa de algún compañero. Bailábamos  bebíamos y hacíamos grandes fogatas en el jardín.

                                                                                                                                                                             

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