domingo, 30 de junio de 2013

Una despedida inolvidable


En  febrero de 2013 había hecho el examen para entrar a la UAM. Estaba harto del trabajo y de la cotidianidad de este; tenía nuevas aspiraciones y retos por cumplir. Cuando revisé los resultados del examen sentí alegría al saber que me había quedado en la carrera de Economía. Aunque estaba harto del trabajo me gustaba convivir con mis amigos; los viernes a la hora de la salida íbamos a beber cerveza a los antros de la plaza; a veces, al billar. Los días sábado y domingo nos organizábamos para salir a comer; comprábamos comida china, hamburguesas, burritos, tacos dorados, quesadillas, pizza y helado. Cuando les conté que estudiaría Economía en la UAM, me preguntaron “¿Lalo, ya nos vas a abandonar? ¿Cuándo entras a la Universidad? ¿Vas a renunciar?”. Yo, aún no sabía que iba a decirles, ya que no tenía claro lo que iba a decidir.
Le dijé a la gerente Claudia López, que entraría a la universidad y el horario en que estudiaría sería de lunes a viernes, de las siete a las 14:30 horas. Ella me dijo “Por ahora no tenemos vacantes de fines de semana; solamente tú  decides si quieres permanecer en la empresa o estudiar”. Me enojé y  desilusioné con lo que me había dicho. Les comenté a mis amigos que no me habían autorizado el cambio de puesto y que tendría que renunciar. Ese último mes disfruté mi trabajo: ponían mi mayor esfuerzo en lo que hacía y siempre sonreía.
Recuerdo que mi último día mis compañeros me compraron un pastel, y saliendo de trabajar fuimos a la casa de Sandra. Me habían organizado una fiesta sorpresa para  despedirme; lloré al ver a todos mis amigos y compañeros reunidos, solo para festejarme y convivir conmigo. Esa noche platicamos anécdotas que habíamos vivido en el trabajo, y de las fiestas en las cuales  habíamos asistido; me felicitaron. Muchos de ellos me dijeron “Échale ganas a este nuevo proyecto; lo difícil no es entrar; lo difícil es mantenerse”. Todos me dijeron algo alentador y me desearon éxito en esta nueva etapa. Lo más emotivo de la noche fue cuando ellos sacaron una manta que decía Lalo, te vamos a extrañar mucho. Éxito en la Universidad; no te olvides de nosotros.  Recuerda que te queremos mucho. Me cargaron y me aventaron en una manta; solo recuerdo que escuchaba un coro que decía “Lalo, Lalo, Lalo” y que caía una y otra vez de la manta . Nunca olvidare a mis amigos, y siempre recordaré mi fiesta de despedida.

domingo, 23 de junio de 2013

Nuevas aspiraciones

Mi vida había cambiado mucho desde que había salido de la preparatoria, en enero de 2011. Lulú había entrado a la universidad; ella había terminado el noviazgo. Ahora Lulú se preocupaba por terminar su carrera. Su constancia, inteligencia y empeño eran las cualidades que yo admiraba de ella.
Mis objetivos  y necesidades eran diferentes. Por ahora yo tenía que trabajar  y posponer la universidad. El trabajo de supervisor,  amigos y compañeros  de la tienda eran cosa del pasado. Recuerdo bien el 31 de enero. Estaba en el corporativo de grupo BALL en la capacitación de ejecutivo en ventas. Un nuevo trabajo y una mejor remuneración eran mis nuevas aspiraciones. No tenía miedo, ni estaba nervioso, lo cual me permitió aprender y comprender las nuevas experiencias  laborales.
Tras haber aprobado la capacitación estaba listo para ser ejecutivo en ventas y empezar a trabajar en El Palacio de Hierro, Satélite. Los cursos que se impartía en la tienda cambiaron mi  mentalidad e influyeron en mi vida.
 La capacitación solo era uno de cientos de cursos, que la empresa me obligaría a tomar. Los cursos eran distintos; los principales eran de conocimiento del producto, seminarios de moda y de ayuda personal.
Mis cursos preferidos eran los de ayuda personal. Estos se impartían en los hoteles de Polanco, Santa Fe o Interlomas. Llegábamos, desayunábamos, acudíamos a la sala de conferencia del hotel, comíamos, regresábamos a la sala de conferencia, y  una vez terminado el curso teníamos la tarde libre para convivir entre amigos y compañeros; intercambiábamos experiencias de la vida personal y laboral. ¿Quién eres? ¿Hacia dónde vas? ¿Qué es lo que quieres? Eran las principales peguntas que nos hacían los capacitadores; el intercambio de ideas entre los compañeros, sus argumentos, sus contradicciones y las explicaciones de los capacitadores, crearon en mí, nuevas ideas de lo que es la vida y de lo que yo quería.
Todos los cursos, al igual que los seminarios de moda, por lo general eran en hoteles o en el corporativo de Palacio. Ralph Lauren, DKNY. Tous, Michael Kors, Juícy Couture, Burberry, Lacoste, Armani, Tommy Hilfiger, Gant, Nautica, Calvin Klein, Hugo Boss, etcétera eran las marcas que marcaban los estilos de moda, en las pasarelas. Cada seis meses teníamos que acudir a los seminarios, para saber los estilos  que estaban de moda en la temporada primavera-verano u otoño-invierno.
 En el ámbito laboral todos éramos unidos y tratábamos de ayudarnos. Mis compañeros se enfocaban al trabajo, ya que tenían objetivos fijos y propósitos que cumplir. En este trabajo conocí a mis mejores compañeros y amigos.





domingo, 16 de junio de 2013

¿Supervisor?


Llevaba 11 meses trabajando de cajero. Me había ganado la confianza de mi jefa, María de la Luz Carrasco  y del gerente de tienda, Ángel Tovar. En mayo de 2011, mi jefa y el gerente, me citaron para hablar conmigo. El señor Tovar, me dijo “Luz, me ha comentado de tus habilidades, tu puntualidad y trato con los clientes. Creemos que eres apto para el puesto de supervisor de tienda. ¿Te sientes capaz de llevar esa responsabilidad y hacer de esta, una mejor tienda?”. Yo acepté.
Esté ascenso, me trajo un descontrol total. Primero tenía que pasar a Recursos Humanos para hacer mi cambio de puesto. Tenía que presentarme en el  Corporativo de Tiendas Comercial Mexicana SA de CV, el cual se ubicaba en Mixcoac, Distrito Federal; allí impartían los cursos para capacitar a los supervisores. Durante 15 días, aprendí cosas nuevas. Tenía que dominar el programa Retail. Esté era el programa, el cual usaba la Comercial Mexicana para las auditorías. En él podían observarse la productividad de los cajeros, los faltantes, los sobrantes, las inversiones y los valores, que en cada caja se ingresan al cobrar. También recuerdo que tenía aprender llenar vouchers manualmente, suspender, recuperar, anular o corregir las cuentas de los clientes y realizar autorizaciones con las tarjetas de crédito. Me inculcaron muchos valores, para aplicarlos con los clientes, compañeros y la familia.
Cuando regresé a la tienda, mes sentía nervioso, pero mi jefa siempre me apoyó. La tienda tenía que abrir a las siete horas, con 10 cajeros, dos supervisores y la jefa de cajas. Arturo era mi compañero y amigo; él también  me apoyó. Decía “Relax man. Yo empecé igual que tú; ya iras agarrando la onda”. En realidad no tuve problemas. En tres semanas dominaba el Retail, autorizaciones bancarias, problemas con los clientes, cajeros y auditoría de ventas.
Tenía una ventaja al ser supervisor: podía pedirle a mi jefa, el día de descanso que yo quería. Comencé a salir un poco más con Lulú; aunque la relación empezaba a ir mal. Ella se salió de trabajar de SEARS para estudiar para el examen. Yo seguía enfocado en mi trabajo, y la verdad, me gustaba mucho. Ganaba más y trabajaba menos; ahora tenía bajo mi responsabilidad a cinco cajeros. Tenía que cuidar de que no les faltara ningún valor y que mejorarán su productividad. Todos los viernes eran de fiesta. Supervisores, cajeros, empacadores y personal que trabajaba en la tienda, acudíamos a la casa de algún compañero. Bailábamos  bebíamos y hacíamos grandes fogatas en el jardín.

                                                                                                                                                                             

domingo, 9 de junio de 2013

El tiempo no solo es un pretexto



Lulú y yo habíamos concluido la preparatoria a los 17 años. Ella quería estudiar Ciencias de la Comunicación, yo, Economía. Nuestros planes eran estudiar en la UNAM y seguir siendo novios. Las cosas no fueron así; ella y yo, no habíamos tenido los suficientes aciertos en el examen para entrar a la Universidad. Entonces los planes fueron distintos: trabajar y estudiar mucho para el examen del próximo año. Yo fui a buscar trabajo a la Comercial Mexicana Mega San Mateo; la cual quedaba cerca de mi casa. Me interesaba el puesto de cajero. Llegué a la oficina de Recursos Humanos, me registré para la entrevista y me senté a esperar mi turno. La licenciada y jefa de Recursos Humanos me entrevistó; ella era muy accesible y carismática, así que no me puse nervioso. Después de una serie de preguntas me dijo “Felicidades, ya perteneces al grupo de trabajo de la Comercial. Mañana te presentas en el aula de capacitación a las siete horas”.
 Al día siguiente entregue mis papeles,  firmé mi contrato y me dirigí al aula. Estaba nervioso y desmotivado: yo quería seguir estudiando. En total éramos 11 chicos que asistíamos a esta aula; nos presentamos uno por uno, al igual que nuestra capacitadora, Griselda. Teníamos que aprender a identificar billetes falsos, tarjetas clonadas, cheques, cheques de viajeros, dólares, vales, llenar vales de cambio, realizar pagos de servicios y aprendernos claves para la fruta, verdura, especies, panadería, Bistró y el Grand Café... lo cual es gracioso que hasta la fecha siga recordando algunas claves .
La primera semana fue muy pesada; los miércoles, sábado y domingo eran los días, los cuales la gente más compraba. Yo trabajaba ocho horas al día y descansaba solo los viernes. Soportaba quejas de los clientes y de mi jefa; a veces no salía a comer, me faltaba dinero o salía más tarde por el exceso de trabajo. Todo por ganar 2300 pesos quincenales; para ello tenía que pararme a las cinco horas, bañarme, desayunar, peinarme, ponerme el uniforme (una playera naranja, pantalón azul y zapatos negros)  y salir de mi casa a las seis y media horas, para llegar a las siete horas.
Mis compañeros y a la vez amigos después de entregar nuestro corte de caja íbamos al Bistró; comprábamos pizza, refrescos, tacos de barbacoa o de carnitas y botanas. Regularmente éramos solo hombres los que íbamos al Bistró; solíamos decir obscenidades de las compañeras y clientas; insultar y reírnos de  nuestra jefa, de los supervisores y de los gerentes. Aprendí todo lo que un trabajo conlleva (responsabilidades, envidias, logros, reconocimientos y decepciones).
Lulú entró a trabajar a SEARS; el viernes era el único día que la veía y disfrutábamos de nuestra relación. Sin embargo así como el tiempo que compartía con ella hizo que  se enamorara de mí, el mismo tiempo me alejaba cada vez más de ella.

sábado, 1 de junio de 2013

Solo quería estar con ella


El tiempo que compartía al lado de Lulú, sus pensamientos, su sonrisa y sus comentarios hicieron que me enamorará  de ella. Recuerdo que Lulú  tenía novio; yo estaba enamorado de ella y eso no me importaba. Su relación sentimental al parecer tenía problemas. Recuerdo lo mucho que nos gustaba criticar a los profesores y compañeros. Solo una mirada entre ella y yo, y sabíamos de que nos reíamos. El tiempo que compartíamos juntos bastó para pasar de un abrazo a besos en  la boca.
Era el último semestre que cursaba   en la preparatoria; Lulú y yo estudiábamos la capacitación en Informática. Ella y yo, hicimos equipo en las materias de Diseño de Aplicaciones con Programas Integrados, Base de Datos y Redes. Estas materias se impartían en una macro sala, la cual no tenía suficientes computadoras; era por eso que los maestros nos hacían formar equipos. Cuando entrabamos a estas  clases Lulú y yo, solo jugábamos en Paint; revisábamos y escribíamos comentarios en el hi-5. No recuerdo alguna clase en la cual no parábamos de reír.
La escuela, a lado de Lulú, era sencilla; regularmente las clases eran de dos horas; los maestros solo daban clase una hora, máximo una hora y media. Ella y yo entrabamos a  clase, desayunábamos, volvíamos a clase, posteriormente salíamos de la escuela, íbamos a comer, caminábamos hacia Mundo E y trasbordábamos un microbús hacia el Parque Naucalli. Yo adoraba ir a ese parque con Lulú; llegábamos en especial a un árbol grande y con mucha sombra.
Recuerdo muy bien a la mamá de Lulú; ella y Lulú eran muy parecidas en su aspecto físico. Cuando su mamá sabía que yo iba ir a su casa, siempre hacía algo de comer para Lulú y para mí; también hacía una jarra de agua natural y siempre me ofrecía algo más para comer. Lo que más me sorprendía de la mamá de Lulú, era que me decía: “Ay Eduardo, que lindo eres, gracias por traerme a mi hija sana y salva; ella, se la pasa hablando de ti  Eduardo, esto Eduardo, lo otro.” La mamá de Lulú, no imaginaba que ella y yo, veníamos del parque; en el nos divertíamos en los juegos, comprábamos  espuma y jugábamos con ella. La mayoría de veces solo íbamos para estar juntos y disfrutábamos de ser novios.
 Ni estando en la casa de Lulú, nos comportábamos e igual reíamos y jugábamos. Lulú se ponía nerviosa; cuidaba de que su mamá viniera y nos encontrara besándonos. En otros lugares que no fuera su casa, a ella, no le importaba lo que decían los demás.